Introducción
Este artículo plantea que la llegada de la Inteligencia Artificial a la educación no representa una amenaza para los docentes, sino una oportunidad para redefinir su rol hacia funciones más humanas y significativas. Propone la transición del docente tradicional como transmisor de conocimiento hacia un facilitador, curador de contenidos y diseñador de experiencias de aprendizaje, enfatizando capacidades únicamente humanas como la empatía, el juicio ético contextualizado y la construcción de vínculos pedagógicos auténticos.

Redefiniendo el rol docente en la era de la Inteligencia Artificial
https://eduteka.icesi.edu.co/articulos/boris-mas-alla-de-las-herramientas-de-ia-p2
REDEFINIENDO EL ROL DOCENTE EN LA ERA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Por Boris Sánchez Molano
Coordinador de Innovación Educativa, Universidad Icesi
La llegada de la Inteligencia Artificial Generativa (IAg) al ámbito educativo representa mucho más que la simple incorporación de una herramienta tecnológica adicional en nuestras aulas. Estamos presenciando una transformación profunda que está reconfigurando los cimientos mismos de la relación pedagógica, los procesos de construcción del conocimiento y la naturaleza del aprendizaje. Como docentes, nos encontramos en la intersección de este cambio paradigmático, enfrentando simultáneamente desafíos significativos y oportunidades sin precedentes.
Esta revolución nos invita, quizás nos obliga, a repensar quiénes somos como educadores, qué aportamos de manera única al proceso educativo y cómo podemos evolucionar para responder a las necesidades de un mundo donde la IAg está omnipresente. No se trata simplemente de adaptarnos a nuevas herramientas, sino de reimaginar fundamentalmente nuestro rol y nuestras prácticas en este nuevo ecosistema educativo.
DE TRANSMISORES A CURADORES Y FACILITADORES
El modelo tradicional que concebía al docente como fuente primaria y transmisor del conocimiento está dando paso a una figura mucho más compleja y enriquecida. En la actualidad, con sistemas de IAg capaces de generar explicaciones al instante, responder preguntas complejas y ajustar los recursos a las necesidades de cada alumno, nuestro auténtico valor radica en la guía que proporcionamos para descubrir, seleccionar y dar sentido a la información disponible.
Esta mediación pedagógica comienza con el desarrollo del juicio crítico: cuando un estudiante recurre a ChatGPT para investigar un suceso histórico, no basta con validar su respuesta. Debemos enseñarle a discernir la calidad de lo que ha obtenido, a identificar posibles sesgos o simplificaciones, y a confrontarlo con otras fuentes primarias o con trabajos de historiadores reconocidos. De este modo, trascendemos la acumulación mecánica de datos y fomentamos una comprensión contextualizada y profunda.
A la vez, la mediación incluye el acompañamiento ético, orientar a los alumnos sobre cómo reconocer la autoría de las ideas generadas por la IAg, exigir transparencia en el uso de estas herramientas y propiciar discusiones sobre sus implicaciones sociales. Así, convertimos al aula en un espacio donde la integridad académica y la ciudadanía digital no son meros conceptos, sino prácticas cotidianas.
Quizás la faceta más valiosa de esta función es la capacidad de conectar la información con el entorno de los estudiantes. Un sistema de IAg puede explicar un concepto científico con ejemplos genéricos, pero somos nosotros quienes lo vinculamos a fenómenos reales, al ciclo del agua en el parque local o a la problemática hídrica de su comunidad, aportando relevancia y significado que ningún algoritmo puede suplir.
CURADURÍA DE CONTENIDOS COMO COMPETENCIA ESENCIAL
En un escenario de sobreabundancia informativa, la habilidad de seleccionar, adaptar y contextualizar recursos emerge como un eje fundamental de la labor docente. La curaduría no consiste en acumular enlaces, sino en realizar un acto profesional de discernimiento, analizar cada recurso en función de unos objetivos pedagógicos concretos, las características culturales de los estudiantes y su nivel de desarrollo cognitivo.
Así, un profesor de literatura que aborda el realismo mágico no elegirá simplemente los textos más populares, sino aquellos que conecten con la experiencia vital de sus alumnos y que permitan diálogos interdisciplinarios con artes, historia o ciencias sociales. Cuando un algoritmo de IAg ofrece explicaciones matemáticas genéricas, nuestra tarea es reconfigurarlas con ejemplos del día a día de los alumnos, incorporando referencias y metáforas que faciliten la comprensión, sin sacrificar la precisión.
La curaduría exige también un ejercicio riguroso de verificación, los sistemas de IAg, por muy verídicos que parezcan, pueden transmitir información errónea, parcial o con sesgos. El docente, con su experiencia disciplinar, detecta inexactitudes, omisiones, simplificaciones o sesgos y garantiza una base conceptual sólida. Y, de manera aún más crucial, corrige los sesgos que la IAg pudiera reproducir, complementando con perspectivas diversas y animando a los estudiantes a desarrollar una mirada crítica sobre cualquier fuente.
DISEÑO DE EXPERIENCIAS DE APRENDIZAJE SIGNIFICATIVAS
Nuestro rol se amplía hasta convertirnos en arquitectos de experiencias educativas integrales. El diseño comienza definiendo objetivos que trascienden la mera adquisición de datos y centran la atención en competencias complejas, pensamiento crítico, trabajo colaborativo, creatividad y aprendizaje autónomo. La IAg nos ofrece la capacidad de personalizar estos objetivos para cada alumno, pero somos nosotros quienes les conferimos relevancia, ajustando la dificultad y moldeando los retos de manera que resulten verdaderamente transformadores.
A la hora de secuenciar actividades, creamos trayectorias que parten siempre del conocimiento previo, introducen nuevos conceptos en momentos clave (cuando el estudiante está listo para ellos), ofrecen práctica guiada y plantean cada vez desafíos más complejos. Aunque los datos de progreso que nos brinda la IAg son de gran utilidad, la interpretación de esos indicadores y la consecuente toma de decisiones pedagógicas dependen de nuestro criterio profesional.
Decidir cuándo y cómo incorporar la IAg es un arte, podemos usar plataformas de tutoría inteligente para reforzar un concepto que algunos alumnos comprendan con dificultad, mientras nos centramos en proyectos colaborativos en grupo. Podemos pedir al sistema que genere múltiples ejemplos de un fenómeno científico y luego proponer a los estudiantes que identifiquen patrones o discrepancias. En todos los casos, la IAg debe integrarse como un componente orgánico y no como un añadido superficial.
FACILITACIÓN DE PROCESOS METACOGNITIVOS
Una de las facetas más esenciales de nuestro rol como facilitadores es la promoción de la metacognición, ayudar a los estudiantes a ser conscientes de sus propios procesos de aprendizaje. Aunque la IAg provee retroalimentación instantánea sobre si una respuesta es correcta o incorrecta, no muestra las rutas del pensamiento que llevaron a ella. Por ello, dedicamos momentos a que los alumnos analicen: ¿Cómo abordé este problema?, ¿Qué estrategias empleé?, ¿En qué me atascó la solución y cómo lo superé?. Este ejercicio de reflexión, imposible de replicar por un algoritmo, visibiliza lo invisible del proceso cognitivo.
El “pensar en voz alta” es otra herramienta poderosa, al modelar nuestras propias estrategias de resolución, mostrando dudas, rectificaciones y esos instantes de “¡ajá!”, ofrecemos una ventana al razonamiento experto. Y, a la hora de construir andamiajes, partimos de un apoyo muy estructurado (con guías, preguntas detonadoras y retroalimentación detallada) y lo retiramos progresivamente según cada estudiante gana autonomía, calibrando cuidadosamente cuándo intervenir y cuándo dar espacio al aprendizaje autorregulado.
Finalmente, nuestra retroalimentación formativa se enfoca en procesos tanto como en resultados, no sólo señalamos un error en un cálculo o una idea, sino que destacamos la estrategia que funcionó, apuntamos el momento clave de la decisión y sugerimos ajustes en el enfoque general. Así, reforzamos no solo el conocimiento puntual, sino la habilidad para aprender de manera cada vez más independiente.
EL EQUILIBRIO ENTRE LO TECNOLÓGICO Y LO HUMANO
La creciente presencia de la IAg en educación no hace obsoleto al docente; por el contrario, revaloriza nuestras contribuciones más distintivamente humanas. Estas capacidades son indispensables en la educación contemporánea, pues ningún sistema automatizado puede replicarlas.
REVALORIZACIÓN DE CAPACIDADES ÚNICAMENTE HUMANAS
La empatía y la conexión emocional constituyen nuestra aportación más fundamental. Podemos leer sutiles señales no verbales de confusión o frustración, reconocer cuándo un alumno atraviesa dificultades personales y adaptar nuestra respuesta con una sensibilidad contextual que ningún algoritmo iguala. Al crear un entorno de seguridad psicológica, los estudiantes se sienten valorados como personas completas, no meros procesadores de información.
La creatividad contextualizada surge de nuestro conocimiento íntimo de los estudiantes y de su entorno. Podemos tejer ejemplos y analogías a partir de experiencias culturales locales, improvisar actividades que aprovechen sucesos inesperados en el aula o diseñar proyectos que respondan a desafíos concretos de la comunidad. Esa “creatividad situada” alimenta aprendizajes más significativos y está fuera del alcance de una IAg programada con datos genéricos.
El juicio ético situado nos permite discernir con matices, decidir si otorgar más tiempo para una entrega, mediar un conflicto o calibrar el grado de ayuda en un proyecto implica considerar circunstancias personales y valores educativos que ningún sistema basado en reglas logra abarcar. Ese discernimiento ético, informado por una comprensión profunda de cada estudiante, protege la equidad y el bienestar en el proceso de aprendizaje.
A lo largo de años de práctica, desarrollamos una sabiduría experiencial que anticipa dificultades conceptuales, reconoce patrones de comportamiento y se adapta con fluidez a situaciones cambiantes. Esa pericia tácita, difícil de formalizar, complementa las capacidades de la IAg al aportar una perspectiva única y profundamente personal.
LA IMPORTANCIA DEL VÍNCULO PEDAGÓGICO
En un entorno cada vez más mediado por tecnología, la presencia humana auténtica y el vínculo pedagógico cobran un valor renovado. No basta con estar “disponible” en sentido operativo, implica una disponibilidad atenta a las inquietudes y posibilidades que surgen en el aula. Esa presencia se expresa en la mirada que reconoce el esfuerzo, en la escucha activa que capta lo implícito y en la receptividad que permite que las aportaciones estudiantiles orienten el aprendizaje.
Construir seguridad emocional requiere interacciones consistentes que demuestren respeto y cuidado genuino, equilibrando altas expectativas con el apoyo adecuado. Este clima afectivo es el cimiento donde florece el aprendizaje profundo, pues los alumnos saben que pueden arriesgarse intelectualmente sin temor a la humillación.
Reconocer a cada estudiante en su singularidad trasciende lo que un algoritmo puede perfilar mediante datos. Conversaciones personalizadas, ejemplos alineados con intereses individuales y la validación de contribuciones únicas comunican que valoramos no solo sus logros académicos, sino quiénes son y en quiénes pueden convertirse.
Finalmente, al modelar valores como la curiosidad, la honestidad intelectual o el respeto en la discrepancia, enseñamos más con nuestro ejemplo encarnado que con cualquier instrucción explícita. La IAg no puede reproducir la profundidad de ese aprendizaje implícito, que forma actitudes y modos de ser en el mundo.
SENTIDO CRÍTICO PERMANENTE
Para aprovechar responsablemente la IAg, el docente debe desarrollar un sentido crítico que guíe cada decisión tecnológica. Antes de adoptar una herramienta, nos preguntamos si responde a una necesidad educativa real o si añade complejidad sin beneficio, si potencia aprendizajes de orden superior o se limita a optimizar procesos administrativos.
Esta mirada crítica incluye identificar y compensar sesgos algorítmicos, reconociendo qué perspectivas quedan sobrerrepresentadas o infrarrepresentadas en los contenidos generados. También implica contextualizar las herramientas a nuestras comunidades, adaptando parámetros y prácticas para respetar valores culturales y recursos locales.
La reflexión ética continua pregunta cómo impacta cada tecnología en la equidad, la privacidad y la autonomía de los estudiantes, y si contribuye a formar ciudadanos críticos o fomenta la pasividad. Lejos de un rechazo prejuiciado, el sentido crítico es el motor que convierte posibles distracciones tecnológicas en oportunidades genuinas de mejora educativa, siempre al servicio de una visión humanista y sostenida por valores pedagógicos fundamentales.
CONCLUSIÓN
La transformación que está experimentando la educación en la era de la IAg representa mucho más que un simple cambio tecnológico; constituye una reconfiguración profunda de la relación pedagógica, los procesos de construcción del conocimiento y los propósitos mismos de la educación. Como docentes, nos encontramos en el centro de esta transformación, enfrentando simultáneamente desafíos significativos y oportunidades extraordinarias.
El recorrido que hemos realizado a través de las nuevas dimensiones del rol docente, las competencias emergentes, los modelos renovados de formación y el equilibrio entre lo tecnológico y lo humano, nos muestra un panorama donde la IAg no reemplaza al educador, sino que redefine y en muchos sentidos potencia su aporte único. Lejos de volvernos obsoletos, estas tecnologías pueden liberarnos de tareas rutinarias para dedicarnos más plenamente a las dimensiones del proceso educativo donde nuestra humanidad marca la diferencia.
El verdadero desafío no es tecnológico sino conceptual y cultural, desarrollar la capacidad para comprender estas tecnologías no como fuerzas externas que nos determinan, sino como construcciones sociales que podemos orientar en función de nuestros más profundos valores educativos. Esta comprensión nos permite transitar del temor a la apropiación crítica, de la resistencia defensiva a la integración creativa, del determinismo tecnológico al protagonismo pedagógico.
La clave para navegar exitosamente esta transición no reside en la sofisticación tecnológica, sino en nuestra capacidad para equilibrar innovación y humanización, eficiencia y presencia, automatización y conexión. Este equilibrio requiere tanto apertura a nuevas posibilidades como firmeza en valores educativos fundamentales; tanto competencia técnica como sabiduría pedagógica; tanto adaptabilidad como sentido crítico.
Como educadores en esta era de transformación, estamos llamados a ser no meros usuarios de tecnología, sino artesanos de experiencias de aprendizaje significativas que integran lo mejor de la innovación tecnológica y lo insustituible de la conexión humana. En nuestras manos está la posibilidad de convertir la IAg no en un punto de llegada que determina el futuro de la educación, sino en un punto de partida para reimaginar una educación más personalizada, más humana y más transformadora para todos nuestros estudiantes.
El camino no será sencillo ni lineal. Implicará experimentación, aprendizaje continuo, colaboración con colegas y una reflexión constante sobre nuestras prácticas. Pero es precisamente en este proceso donde encontraremos la oportunidad de redefinir no solo el rol docente, sino también nuestra contribución a una sociedad que necesita, ahora más que nunca, educadores comprometidos con formar personas íntegras, pensadores críticos y ciudadanos participativos para un mundo en constante cambio.
CRÉDITOS:
Artículo elaborado por Boris Sánchez Molano, Coordinador de Innovación Educativa en la Universidad Icesi. El profesor Sánchez es líder en innovación educativa con +24 años transformando la enseñanza a través de tecnologías emergentes, especialmente Inteligencia Artificial. Psicólogo con maestrías en Ingeniería Web e Innovación, combina una visión humanista con soluciones tecnológicas para preparar a docentes y estudiantes para el mundo digital. En el Centro Eduteka de la Universidad Icesi creó la plataforma EdutekaLab (https://edtk.co), un ecosistema educativo impulsado por IAg que ha transformado la planificación educativa para más de 220,000 educadores en 22 países, generando 720,000+ recursos educativos y beneficiando indirectamente a 18 millones de estudiantes. El trabajo del profesor Sánchez fue reconocido como finalista del TEC Prize 2025 del Tecnológico de Monterrey.
Publicación de este documento en EDUTEKA: Mayo 21 de 2025.
Última actualización de este documento: Mayo 21 de 2025.